Toda novela necesita de algo que atrape al lector y le impida dejar esas ganas de saber el final, al mismo tiempo que es lo mismo que le impide saltarse todo para leerse directamente el desenlace (¡quien haga eso no es un lector de verdad!). Ese aspecto atrapante es la pregunta que se hace al comienzo y las pequeñas preguntas que van surgiendo conforme se desarrolla la trama.
¿Y ahora qué pasará?— Se debe preguntar siempre el lector.
En cada avance persiste aquella pregunta primigenia, una interrogante que conduce a una promesa u objetivo. Con cada nueva pregunta la novela explica una anterior solo a medias. Acumular preguntas solo hace que el lector pierda el hilo o incluso pierda el sentido de lo que se está leyendo. Hay que ser inteligente, darle al lector lo que merece por continuar con la lectura, pero soportar la carga de no soltarle todo de golpe.
En todo caso, el autor puede revelar toda la verdad de una historia en las páginas. Es posible, sin embargo el objetivo entonces se pierde por completo. ¿Qué chiste hubiese tenido revelar a Luke Skywaker que Darth Vader era su padre desde el comienzo? Claramente ninguno. Los respuestas a las grandes preguntas que se van formulando en la novela deben ser respuestas en orden y cuidar ser lo más simple posible al final. Pues se supone que ya has revelado la verdad a medias antes de revelar la verdad completa.
Algo tan simple como “Luke soy tu padre” no hubiese sido tan contundente de no darse cuenta los espectadores de lo opuestos y similares que son ambos personajes en ese punto de la historia.
El argumento es aquella pregunta que se formula en la novela, la aventura en la que se engarza el héroe y el hilo que el autor debe estirar con cuidado. Un buen argumento requiere que al responder una pregunta surjan dos nuevas, que al aclarar una cuestión el lector se dé cuenta que aún hay más por responder.