Los relatos surgidos a través de nuestros perfiles sociales el día de ayer.
Espero les gusten y comenten qué tal les parecieron.
Llueve.
Al otro lado del vidrio está la melodía de infinitos aplausos (clop, clop, clop). ¿Qué exactamente aprueba la naturaleza? Esta es la madre Tierra homenajeándonos con olor a existencia, sabor a cama caliente, abrazo de ropa húmeda y la estimulación de un tacto suavizado. Quizás es algo menos abstracto: esta no es nada más que una lluvia como parte del ciclo hidrológico. O en realidad sí debería ser abstracto.
Como una oda a la vida.
Pero no importa, estoy embotellada y la poesía pluvial es inalcanzable. No puedo oler nada, no tengo una cama, mi ropa está seca y mis dedos friccionan.
Quisiera ser Alicia y atravesar el cristal. Y ni siquiera eso puedo, al frente mío no hay un espejo. Esto no es nada romántico.
Vaya día púrpura.
La campana suena. Con el fin del receso debo regresar a la clase, recibir horas más de clases como si al maestro no le importa. Y me encamino a resolver ecuaciones, escuchar sobre conquistas e igualar moléculas; cuando debería estar mojándome con el único propósito de secarme, alistándome para una tarde triste y dulce, o alegre y salada.
Vaya chiste de día púrpura.
Oh, qué maravilla encontré aquel día en aquel lugar. No esperaba la gran cosa cuando me obligaron a ir a un museo de arte moderno, ya que, bueno, ahora a casi cualquier cosa sin sentido osan llamar «arte». Así que iba con paso lento y mirada distraída recorriendo las salas de ese museo, nada despertaba mi interés, hasta que mi mirada se desvió topándose con aquella extraña pintura. Su protagonista era una joven de corta cabellera verde que miraba de forma vaga pero con un tinte de malicia. Su bufanda estaba compuesta de elementos extraños y de figuras geométricas. Me quedé embelesado viendo tal pintura, no es que fuese sorprendente, pero algo tenía… los minutos pasaron y yo no me daba cuenta de ello, hasta que uno de mis compañeros me jaló de la ropa para que no me quedase atrás, aún en este momento no podía despegar mi mirada de aquella obra de arte, y en el último vistazo que pude dar, ella… ella marcó más su sonrisa. ¡Se movió! Lo juro que lo hizo.
Días más tarde volví a ir al museo a buscar nuevamente esa pintura, pero no estaba más. Pregunté al encargado de la sala y no entendía a lo qué me refería, me dijo: «Nunca hemos tenido algo así en este lugar». Pero yo la vi, lo juro que la vi…
La vi…
Y es que así es la vida. Muchos no entienden que a veces se está solo por la simple decisión de estarlo, debido a que muchas veces el humano es la bestia más traicionera que hay. Llámenme misántropo o como quieran, pero eso no deja de ser la verdad.
Todavía recuerdo su rostro sonriente, sus abrazos cálidos y sus palabras de amor. «Para siempre». ¡Bah!, patrañas. Palabras huecas que dice el humano con facilidad. El amor que dijo compartir no era nada más que palabras huecas, palabras vacías… mentiras.
Pero algo a lo que si le doy gracias es a enseñarme a desconfiar de la bestia más traicionera de todos, porque ya fui mordido una vez, mas un lobo solitario no es mordido dos veces.
―¿Sabes que los flamingos se paran en una pata para regular su temperatura corporal? ―le pregunté en un tonto intento de romper el silencio.
Ella sólo volteó a verme de una manera inexpresiva para después regresar su vista al suelo del vagón.
«¡¿Por qué es tan difícil hablar contigo?!», grité para mis adentros mientras en mi rostro se dibujaba una expresión de desesperanza.
El ferrocarril siguió su camino en aquel caluroso día, no sabía que decirle para que hablara. Suspiré. Ella era mi pequeña prima, su madre me había pedido que la acompañase hasta el final de la línea donde la iban a recoger. Así, en completo silencio, nuestro viaje llegó a su fin, me encontré con mi tía en los andenes y nos saludamos. La niña ya se iba con sus padres, y yo me despedí alzando la mano, ella me miró inocentemente y me dijo:
―No lo sabía.
―¿Qué? ―pregunté sin entender.
―Lo de los flamingos ―respondió y se fue corriendo hacia donde estaba sus padres.
«Vaya niña», pensé y me di la media vuelta para tomar el ferrocarril de regreso a mi hogar.
En la habitación me encontré con una cabellera café de ojos rojizos. Una ventana abierta y hojas de cerezo flotando. La biblioteca estaba intacta, el escritorio en su lugar y los cajones cerrados. Mi pistola estaba en mi bolsillo. Expectantes nos miramos y estudiamos. Parecía una chica desesperada. Necesitaba vivir y yo necesitaba vivir también. Su alimento era el problema. No parecía mala persona. Pero con un minúsculo movimiento. Todo acabaría. Nuestros cuerpos se tensaban. Pero nos sonreímos, nos entendíamos y sabíamos que era pura compasión. Pestañeos iban y venían. Seguíamos sin movernos. Parecía quererme decir algo. Un pequeño ademan se aproximaba. Vi el reloj: 18:58. Sonaría el teléfono en dos minutos más. Pasó el tiempo. El ademan llegó y lo entendí todo, pero era tarde el timbre sonó.
Todo sucedió aquel día. Un día común como tantos otros, había regresado de la escuela un tanto aburrido de la labor diaria. Comencé a deambular por internet, perdido entre videos de gatos, videos de gatos y más videos de gatos. ¿Para otra cosa sirve el internet? Ese día descubrí que sí había más cosas. De repente mi pantalla se bloqueó y sólo mostró un mensaje sobre un fondo negro: «Te ánimas a adentrarte a la Zona Fantasma». Yo pensé que era una broma de mal gusto, pero aun así le di a «Sí».
Llegué a un pequeño rincón del internet ubicado in The Twilight Zone, un lugar en el que encontré buenos amigos que aún conservo.
Una mujer gris.
Vestida de beis sucio. Su pierna marcaba el contorno de la tela y me decía que estaba recostada. Una cabellera larga como una anaconda, pintada de negro inmovilidad y con la textura de un papiro.
Ella seguía en un reposo absoluto, poco a poco surgía la duda de si era humana. Al igual que una palabra que pierde sentido al ser repetida sin cesar, con el tiempo se perdía la seguridad de que aquella figura era humana.
Esa mujer era la humanidad encarnada. Y sin embargo, en una ironía,
Una luz surgió de entre su cabeza, crecía como un universo; con un frente amarillo su cuerpo se teñía de azul mientras se alargaba, aquella emisión terminaba en un pez que nadaba por tal papiro cuyo color cambió. Ya no era negro inmovilidad, sino negro vacío. Y surgieron más, y cada vez de mayor tamaño; nadaban en un vacío infinito, vivos.
Eran ideas, pensamientos, sentimientos.
El más básico producto del humano.
El máximo producto del humano.
Eran vida que nacía de la pasa ácida.
Y eran la prueba de que aquella mujer estaba viva.
Era el tamaño colosal de los dinosaurios lo que causaba odio y resentimiento. Su simple caminar borraba y aniquilaba especies enteras. Eran seres que nacieron para destruir el mundo. Fue por su culpa que la simple misión de Noé se convirtió en una odisea, que pasó de ser una carrera contra el tiempo a una carrera de obstáculos.
Al final, el día concluyente, Noé se hallaba subiendo los últimos animales a la embarcación, cuando llegaron aquellos monstruos, y con una mirada que imploraba perdón trataron de entrar. No tenían, ni nunca tuvieron, malas intenciones; la destrucción sin sentido estaba en su naturaleza, como un instinto frío, helado, inevitable, vital.
Noé cerró sus ojos por un momento, tratando de sentir a Dios, preguntándose por la decisión correcta. Solo sintió sus huesos rotos.
Noé cerró la puerta del arca.
La mujer mariposa se posaba en los arboles al ver el horizonte. El aliento frío aplacaba el doloroso calor. La lluvia venía en camino. Mas poco de vida le quedaba. Destruyeron su hogar y en su crisálida no pudo evitarlo. Pero sí sintió la explosión. Uno de sus brazos estaba deforme. Sus alas expelían una sustancia extraña que lo alteraba todo. Se dio cuenta que estaba infectada. Desde la llegada de esos hombres de oscuras vestimentas; pasaban situaciones como aquella. Y por su planeta, haría el sacrifico. La guerra comenzaría con ella. La primera resistencia y la primera venganza. Por esto sentía una cierta adrenalina fluir por su cuerpo. Se veían lejanos los buenos tiempos, donde compartía con sus compañeros y se paseaba en la vegetación. Cuidaba a los demás, los quería. Todo era tranquilo. Ahora no recordaba aquello, solo pensaba en sus alas cuando se batirían y rociarían sobre los seres de otro mundo. Ellos que llamaban a la sustancia que expelía, como: radiación. Sin saberlo ella, los visitantes le habían hecho otro daño. El daño de olvidar el amor y la paz.
La pequeña niña siempre sonreía. No entendían su sonrisa. Algunos la encontraban forzada y otros simplemente poco trabajada. Valoraban más la ingeniería de la producción de masas, que la manufactura. Ella no podía hacer nada por cambiar y complacerlos. Con el correr del tiempo, el producto dejó de aparecer en público, hasta caer en lo profundo de alguna bodega, donde se le perdió su paradero y ella se olvidó incluso de sí misma. Pasaron milenios y la raza humana se extinguió. En el planeta llegaron seres extraterrestres que la encontraron, y tuvieron su primer contacto con los vestigios de la antigua civilización que habitaba el planeta. Una cálida sonrisa de muñeca.
Los canticos de los guerreros resonaban por doquier. Las cervezas y las mujeres de la ciudad, complacieron a los bastardos que ahora cantaban. Dos dragones eran su presa. Habían recalado muy cerca del castillo, y se temía que se establecieran ahí. El rey sobre todo, tenía miedo de ellos; cuando pequeño su padre le contaba horribles historias de esas criaturas. Los consejeros supersticiosos, ahondaron aún más el sentimiento que preponderaba en el castillo. Por esto, ahora su ejército se alistaba al encuentro. Los canticos por supuesto, se habían detenido. El lugar estaba despejado. Vieron dos dragones muy juntos y su sorpresa fue mayúscula. Estaban construyendo un nido. Pero nada los detuvo, y atacaron. Los dragones eran enemigos y a los enemigos no se les muestra compasión. Los dragones intentaron no ser violentos, pero la ignorancia de los caballeros fue abrumadora. Muchas muertes hubo, pero triunfaron. Al anochecer condecoraban a los pocos sobrevivientes. Finalmente para el rey, sus consejeros, los caballeros y el resto de los habitantes; la paz volvió al reino y la venda continuó en sus corazones.
Espero les gusten y comenten qué tal les parecieron.
Agua y color
Imagen por やすも
Por André Espinoza
Solicitado por Yuui Chan, usando la imagen
Solicitado por Yuui Chan, usando la imagen
Llueve.
Al otro lado del vidrio está la melodía de infinitos aplausos (clop, clop, clop). ¿Qué exactamente aprueba la naturaleza? Esta es la madre Tierra homenajeándonos con olor a existencia, sabor a cama caliente, abrazo de ropa húmeda y la estimulación de un tacto suavizado. Quizás es algo menos abstracto: esta no es nada más que una lluvia como parte del ciclo hidrológico. O en realidad sí debería ser abstracto.
Como una oda a la vida.
Pero no importa, estoy embotellada y la poesía pluvial es inalcanzable. No puedo oler nada, no tengo una cama, mi ropa está seca y mis dedos friccionan.
Quisiera ser Alicia y atravesar el cristal. Y ni siquiera eso puedo, al frente mío no hay un espejo. Esto no es nada romántico.
Vaya día púrpura.
La campana suena. Con el fin del receso debo regresar a la clase, recibir horas más de clases como si al maestro no le importa. Y me encamino a resolver ecuaciones, escuchar sobre conquistas e igualar moléculas; cuando debería estar mojándome con el único propósito de secarme, alistándome para una tarde triste y dulce, o alegre y salada.
Vaya chiste de día púrpura.
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Arte moderno
Imagen por ミシメ
Por MidnightMoon
Solicitado por André Espinoza, usando la imagen
Solicitado por André Espinoza, usando la imagen
Oh, qué maravilla encontré aquel día en aquel lugar. No esperaba la gran cosa cuando me obligaron a ir a un museo de arte moderno, ya que, bueno, ahora a casi cualquier cosa sin sentido osan llamar «arte». Así que iba con paso lento y mirada distraída recorriendo las salas de ese museo, nada despertaba mi interés, hasta que mi mirada se desvió topándose con aquella extraña pintura. Su protagonista era una joven de corta cabellera verde que miraba de forma vaga pero con un tinte de malicia. Su bufanda estaba compuesta de elementos extraños y de figuras geométricas. Me quedé embelesado viendo tal pintura, no es que fuese sorprendente, pero algo tenía… los minutos pasaron y yo no me daba cuenta de ello, hasta que uno de mis compañeros me jaló de la ropa para que no me quedase atrás, aún en este momento no podía despegar mi mirada de aquella obra de arte, y en el último vistazo que pude dar, ella… ella marcó más su sonrisa. ¡Se movió! Lo juro que lo hizo.
Días más tarde volví a ir al museo a buscar nuevamente esa pintura, pero no estaba más. Pregunté al encargado de la sala y no entendía a lo qué me refería, me dijo: «Nunca hemos tenido algo así en este lugar». Pero yo la vi, lo juro que la vi…
La vi…
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Soledad
Por MidnightMoon
Solicitado por Angel El Shinigami Osorio, con la frase: «Un lobo solitario no es mordido dos veces»
Solicitado por Angel El Shinigami Osorio, con la frase: «Un lobo solitario no es mordido dos veces»
Y es que así es la vida. Muchos no entienden que a veces se está solo por la simple decisión de estarlo, debido a que muchas veces el humano es la bestia más traicionera que hay. Llámenme misántropo o como quieran, pero eso no deja de ser la verdad.
Todavía recuerdo su rostro sonriente, sus abrazos cálidos y sus palabras de amor. «Para siempre». ¡Bah!, patrañas. Palabras huecas que dice el humano con facilidad. El amor que dijo compartir no era nada más que palabras huecas, palabras vacías… mentiras.
Pero algo a lo que si le doy gracias es a enseñarme a desconfiar de la bestia más traicionera de todos, porque ya fui mordido una vez, mas un lobo solitario no es mordido dos veces.
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Silencio
Imagen por neo-innov
Por MidnightMoon
Solicitado por Gabo Roololoo Gutierres, con la palabra: «Flamingo»
Solicitado por Gabo Roololoo Gutierres, con la palabra: «Flamingo»
―¿Sabes que los flamingos se paran en una pata para regular su temperatura corporal? ―le pregunté en un tonto intento de romper el silencio.
Ella sólo volteó a verme de una manera inexpresiva para después regresar su vista al suelo del vagón.
«¡¿Por qué es tan difícil hablar contigo?!», grité para mis adentros mientras en mi rostro se dibujaba una expresión de desesperanza.
El ferrocarril siguió su camino en aquel caluroso día, no sabía que decirle para que hablara. Suspiré. Ella era mi pequeña prima, su madre me había pedido que la acompañase hasta el final de la línea donde la iban a recoger. Así, en completo silencio, nuestro viaje llegó a su fin, me encontré con mi tía en los andenes y nos saludamos. La niña ya se iba con sus padres, y yo me despedí alzando la mano, ella me miró inocentemente y me dijo:
―No lo sabía.
―¿Qué? ―pregunté sin entender.
―Lo de los flamingos ―respondió y se fue corriendo hacia donde estaba sus padres.
«Vaya niña», pensé y me di la media vuelta para tomar el ferrocarril de regreso a mi hogar.
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Un salto y un disparo
Imagen por 水界
Por Ermitaño Encubierto
Solicitado por Leonel Felipe Guerra Duque, usando la imagen
Solicitado por Leonel Felipe Guerra Duque, usando la imagen
En la habitación me encontré con una cabellera café de ojos rojizos. Una ventana abierta y hojas de cerezo flotando. La biblioteca estaba intacta, el escritorio en su lugar y los cajones cerrados. Mi pistola estaba en mi bolsillo. Expectantes nos miramos y estudiamos. Parecía una chica desesperada. Necesitaba vivir y yo necesitaba vivir también. Su alimento era el problema. No parecía mala persona. Pero con un minúsculo movimiento. Todo acabaría. Nuestros cuerpos se tensaban. Pero nos sonreímos, nos entendíamos y sabíamos que era pura compasión. Pestañeos iban y venían. Seguíamos sin movernos. Parecía quererme decir algo. Un pequeño ademan se aproximaba. Vi el reloj: 18:58. Sonaría el teléfono en dos minutos más. Pasó el tiempo. El ademan llegó y lo entendí todo, pero era tarde el timbre sonó.
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Zona Fantasma
Por MidnightMoon
Solicitado por Agustin Gaona P, con la frase: «En la zona fantasma vagando encontré buenos amigos»
Solicitado por Agustin Gaona P, con la frase: «En la zona fantasma vagando encontré buenos amigos»
Todo sucedió aquel día. Un día común como tantos otros, había regresado de la escuela un tanto aburrido de la labor diaria. Comencé a deambular por internet, perdido entre videos de gatos, videos de gatos y más videos de gatos. ¿Para otra cosa sirve el internet? Ese día descubrí que sí había más cosas. De repente mi pantalla se bloqueó y sólo mostró un mensaje sobre un fondo negro: «Te ánimas a adentrarte a la Zona Fantasma». Yo pensé que era una broma de mal gusto, pero aun así le di a «Sí».
Llegué a un pequeño rincón del internet ubicado in The Twilight Zone, un lugar en el que encontré buenos amigos que aún conservo.
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Gris mediocre
Imagen por 巫人
Por André Espinoza
Solicitado por Aka Natsume, usando la imagen
Solicitado por Aka Natsume, usando la imagen
Una mujer gris.
Vestida de beis sucio. Su pierna marcaba el contorno de la tela y me decía que estaba recostada. Una cabellera larga como una anaconda, pintada de negro inmovilidad y con la textura de un papiro.
Ella seguía en un reposo absoluto, poco a poco surgía la duda de si era humana. Al igual que una palabra que pierde sentido al ser repetida sin cesar, con el tiempo se perdía la seguridad de que aquella figura era humana.
Esa mujer era la humanidad encarnada. Y sin embargo, en una ironía,
estaba muerta.
Una luz surgió de entre su cabeza, crecía como un universo; con un frente amarillo su cuerpo se teñía de azul mientras se alargaba, aquella emisión terminaba en un pez que nadaba por tal papiro cuyo color cambió. Ya no era negro inmovilidad, sino negro vacío. Y surgieron más, y cada vez de mayor tamaño; nadaban en un vacío infinito, vivos.
Eran ideas, pensamientos, sentimientos.
El más básico producto del humano.
El máximo producto del humano.
Eran vida que nacía de la pasa ácida.
Y eran la prueba de que aquella mujer estaba viva.
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La venganza es un plato que se sirve congelado
Imagen por Hirschpiel
Por André Espinoza
Solicitado por Tobia Henry, con las palabras: «frío»¸ «venganza», «dinosaurios», «helado», «plato»
Solicitado por Tobia Henry, con las palabras: «frío»¸ «venganza», «dinosaurios», «helado», «plato»
Era el tamaño colosal de los dinosaurios lo que causaba odio y resentimiento. Su simple caminar borraba y aniquilaba especies enteras. Eran seres que nacieron para destruir el mundo. Fue por su culpa que la simple misión de Noé se convirtió en una odisea, que pasó de ser una carrera contra el tiempo a una carrera de obstáculos.
Al final, el día concluyente, Noé se hallaba subiendo los últimos animales a la embarcación, cuando llegaron aquellos monstruos, y con una mirada que imploraba perdón trataron de entrar. No tenían, ni nunca tuvieron, malas intenciones; la destrucción sin sentido estaba en su naturaleza, como un instinto frío, helado, inevitable, vital.
Noé cerró sus ojos por un momento, tratando de sentir a Dios, preguntándose por la decisión correcta. Solo sintió sus huesos rotos.
Noé cerró la puerta del arca.
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Adiós al amor y a la paz
Imagen por ryosios @せ28b
Por Ermitaño Encubierto
Solicitado por Ricardo Castellanos Leon, con las palabras: «aliento», «adiós», «venganza»
Solicitado por Ricardo Castellanos Leon, con las palabras: «aliento», «adiós», «venganza»
La mujer mariposa se posaba en los arboles al ver el horizonte. El aliento frío aplacaba el doloroso calor. La lluvia venía en camino. Mas poco de vida le quedaba. Destruyeron su hogar y en su crisálida no pudo evitarlo. Pero sí sintió la explosión. Uno de sus brazos estaba deforme. Sus alas expelían una sustancia extraña que lo alteraba todo. Se dio cuenta que estaba infectada. Desde la llegada de esos hombres de oscuras vestimentas; pasaban situaciones como aquella. Y por su planeta, haría el sacrifico. La guerra comenzaría con ella. La primera resistencia y la primera venganza. Por esto sentía una cierta adrenalina fluir por su cuerpo. Se veían lejanos los buenos tiempos, donde compartía con sus compañeros y se paseaba en la vegetación. Cuidaba a los demás, los quería. Todo era tranquilo. Ahora no recordaba aquello, solo pensaba en sus alas cuando se batirían y rociarían sobre los seres de otro mundo. Ellos que llamaban a la sustancia que expelía, como: radiación. Sin saberlo ella, los visitantes le habían hecho otro daño. El daño de olvidar el amor y la paz.
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Una cálida sonrisa
Imagen por 埜々香@高校受験
Por Ermitaño Encubierto
Solicitado por Maricela Méndez Aguilar, usando la palabra: «ingeniería»
Solicitado por Maricela Méndez Aguilar, usando la palabra: «ingeniería»
La pequeña niña siempre sonreía. No entendían su sonrisa. Algunos la encontraban forzada y otros simplemente poco trabajada. Valoraban más la ingeniería de la producción de masas, que la manufactura. Ella no podía hacer nada por cambiar y complacerlos. Con el correr del tiempo, el producto dejó de aparecer en público, hasta caer en lo profundo de alguna bodega, donde se le perdió su paradero y ella se olvidó incluso de sí misma. Pasaron milenios y la raza humana se extinguió. En el planeta llegaron seres extraterrestres que la encontraron, y tuvieron su primer contacto con los vestigios de la antigua civilización que habitaba el planeta. Una cálida sonrisa de muñeca.
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La venda de sus corazones
Imagen por こたつ
Por Ermitaño Encubierto
Solicitado por Irma Paola Jimenez, con las palabras: «miedo», «superstición», «ignorancia»
Solicitado por Irma Paola Jimenez, con las palabras: «miedo», «superstición», «ignorancia»
Los canticos de los guerreros resonaban por doquier. Las cervezas y las mujeres de la ciudad, complacieron a los bastardos que ahora cantaban. Dos dragones eran su presa. Habían recalado muy cerca del castillo, y se temía que se establecieran ahí. El rey sobre todo, tenía miedo de ellos; cuando pequeño su padre le contaba horribles historias de esas criaturas. Los consejeros supersticiosos, ahondaron aún más el sentimiento que preponderaba en el castillo. Por esto, ahora su ejército se alistaba al encuentro. Los canticos por supuesto, se habían detenido. El lugar estaba despejado. Vieron dos dragones muy juntos y su sorpresa fue mayúscula. Estaban construyendo un nido. Pero nada los detuvo, y atacaron. Los dragones eran enemigos y a los enemigos no se les muestra compasión. Los dragones intentaron no ser violentos, pero la ignorancia de los caballeros fue abrumadora. Muchas muertes hubo, pero triunfaron. Al anochecer condecoraban a los pocos sobrevivientes. Finalmente para el rey, sus consejeros, los caballeros y el resto de los habitantes; la paz volvió al reino y la venda continuó en sus corazones.